Hay quienes
dicen que la prostitución es el oficio más antiguo del mundo, ciertas
feministas dirán que en realidad ese título les corresponde a los proxenetas.
Lo cierto es que desde las vírgenes vestales de la Roma antigua, pasando por
las cortesanas del Medievo, los cabarets parisinos de la Belle Epoque, y hasta
nuestros días no hay urbe en el mundo que no haya tenido un célebre barrio
rojo.
La famosa
bohemia, e incluso la actividad intelectual, de ciudades como París, San
Francisco, Lisboa, Buenos Aires o Valparaíso, tuvo su origen en la abundancia
de casas de citas en donde época tras época se ha sucedido la imagen, propia de
videoclip de Aerosmith, del tipo atormentado por su pasado, suerte de poeta
maldito, que bebe su Jack Daniel mientras contempla el cadencioso baile de una
mujer.
Algunos dirán
que la existencia de estos lugares se debe tan solo a la interacción de dos
fuerzas tan poderosas como son el sexo y el dinero. A simple vista así parece,
pero quizás lo que realmente ha permitido que ciertas instituciones se
mantengan a lo largo de la historia, y que se encuentren más vigentes que nunca
hoy en día, es simplemente que quizás necesitamos de algún lugar donde se pueda
comprar fantasía, seducción y algún sucedáneo de amor.
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