Corría Octubre del 2007, junto a mi hijo y un grupo de amigos abordamos una van rumbo al Estadio Nacional en Santiago para ver el primer partido como local de la selección chilena en las clasificatorias rumbo al mundial de Sudáfrica.
El rival de turno en esa ocasión era Perú y como suele ocurrir en cada “clásico del Pacífico” los jugadores del elenco del Rímac fueron recibidos por sesenta mil personas que casi a coro enviaban saludos a sus madres, hermanas, primas y parientes lejanos cada vez tocaban el balón o que el nombre de alguno de ellos era voceado por los alto parlantes.
Exactamente tres años después, esta vez en Valparaíso, soportaba una inesperada lluvia primaveral en una fila de varias calles y de varios centenares de personas intentando acceder a un centro de eventos donde iba a actuar la cantante peruana Eva Ayllón.
A poco avanzar el concierto los ritmos del valsecito y los sonidos de las guitarras y el cajón, además obvio de la voz y carisma de Eva, hacían que espontáneos brotaran los gritos de ¡Viva el Perú!
No me interesa detenerme a hacer conjeturas sobre la histórica, y a ratos anacrónica, rivalidad entre chilenos y peruanos, sino más bien meditar un rato en como el actuar colectivo que suele darse en los espectáculos masivos pueden transformarnos al punto incluso de parecer contradictorios y hasta poco consecuentes.
Tengo la mejor impresión del pueblo peruano y he sido tratado muy bien las veces que he estado allá pero igualmente, al compás de la masa, maldije a vivo pulmón al portero de su selección cada vez que impedía la apertura de la cuenta (finalmente Chile ganó 2-0); de la misma forma no soy de los que ando predicando la hermandad latinoamericana pero también, al compás de la masa, di vítores y alabanzas a la nación vecina mientras escuchaba a Eva.
Hinchas y fans suelen justificar en la “pasión” el que ciertos hombres lleguen a actuar como energúmenos mientras presencian algún partido de futbol y que ciertas mujeres actúen como quinceañeras delirantes al asistir a un concierto de alguno de sus ídolos.
Creo que por sobre la pasión en una sociedad cada vez más individualista y donde debemos tener todo bajo control necesitamos instancias que nos permitan obtener ciertas licencias de descontrol, disfrazadas de catarsis colectiva, y en donde además por un instante dejemos de actuar como un yo y actuemos como un nosotros.
2 comentarios:
Hola querido Luis, muy buena y clara tu entrada y realmente da para una buena reflexión.
Como esta es la mía, estoy totalmente de acuerdo contigo con que nececitamos "instancias que nos permitan obtener ciertas licencias de descontrol, disfrazadas de catarsis colectiva, y en donde además por un instante dejemos de actuar como un yo y actuemos como un nosotros."
Todo nosotros necesitamos vaciar todo ese autocontrol, porque no es sano para una sociedad vivir tan controlados porque nos emociones, e un momento se desbordarían y terminamos enfermos....
Lo que a mi me ha resultado son las meditaciones activas de Osho...donde tienes ese espacio de expresión, donde todos tenemos la oportunidad de "sacar" lo que nos ha molestado o nos molesta, y si quiero gritar mi rabia, mi pena, mi tristeza ahi lo tengo....todo contemplado, guiado con amor, justamente pensado para que mi YO se convierta, conscientemente en un NOSOTROS...
que tengas buena semana querido amigo,
Ali
Querido Luis,
mientras leía, pensaba justamente en lo que ocurre ahora en mi país. Como sabrás las relaciones con Gran Bretaña no están en su mejor momento, por un lado nos acordamos de varios antepasados de los ingleses y por otro estamos inmersos en lo que ha sido bautizado "Wallmanía" (locos por The Wall - Roger Waters), en fín son las cosas que suelen ocurrirnos y que muchas veces no tienen explicación racional, será que somos humanos y por ende, impredecibles? De todas maneras, coincido con vos, la catarsis colectiva es necesaria en estos tiempos.
Besos y contenta de estar nuevamente por aquí.
REM
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