Reviso varias veces la dirección antes de golpear la puerta, nunca estuvo seguro de asistir a esa entrevista Santiago, tampoco lo estuvo de hospedarse en la casa de la tía de su amigo.
Rodríguez 747, definitivamente era la calle y el número correcto.
La puerta se entreabrió, Miguel se demoró en entrar y al cruzar el umbral escuchó pasos avanzar en su dirección por el amplio pasillo hasta que apareció una mujer robusta de ya varias décadas las que inútilmente trataba de ocultar.
- Es usted la tía del Javier – pregunto tímidamente y con esfuerzo.
- Yo soy la tía del Javier, del Luis, del Pedro y de quien quiera - dijo la mujer entre risas – mijito pa’que usted sepa yo soy la tía de la mayoría de los que vienen de su pueblo.
Le ofreció pasar al salón a comer algo pero el muchacho optó por pasar directo a la habitación.
Ya en el pequeño dormitorio se dio inmediatamente una ducha y luego se arrojó con la toalla amarrada a su cintura sobre la cama notando que en el velador se disponían un suculento sándwich de queso y carne junto a una botella de vino descorchada. No lo dudó un segundo, el hambre podía más que su timidez.
Acababa de zamparse el emparedado y se disponía a finalizar la tercera copa de vino cuando de improviso una joven y hermosa joven irrumpió en la habitación. Sin mayores presentaciones la muchacha se sentó al lado de la cama.
-Dese vuelta que de seguro debió haber tenido un día agotador-
Miguel más motivado por su timidez y la incapacidad de negarse a algo obedeció al instante, casi sin saber lo que hacía y preocupado tan solo de que la toalla no descubriera sus partes pudendas. Quizás un minuto después sintió todo el peso de la joven sobre sus ancas, luego un liquido tibio en su espalda y finalmente las manos de la joven prodigándole un masaje como nunca nadie antes lo había hecho.
¿Cuánto rato transcurrió? Miguel nunca lo supo, estaba absorto en la sensación cada vez más relajante que provocaban las manos diestras de la mozuela.
Pasado un rato la chica lo giró amablemente y continúo masajeando ahora el torso del muchacho. Miguel en ese momento notó que su inesperada visita se encontraba completamente desnuda y cerró los ojos con fuerza, como quien contempla una escena horrorosa, mientras un inmenso temor lo recorría de pies a cabeza.
Esa debía ser la prima de Javier famosa por su fama de casquivana, pensaba mientras se esforzaba por mantener los ojos cerrados; imaginaba que la madre de la chica entraba en la habitación e indignada lo arrojaba a las calles de Santiago tan solo con una toalla a la cintura; pensaba que viajar a esa entrevista de trabajo en ferrocarriles había sido una estupidez; pensaba en los senos de la joven, redondos y blancos como la porcelana, coronados por hermosos y rosados pezones; pensaba en que debía armarse de valor y exigirle a la muchacha que terminará con esa locura.
Pensaba en una y mil cosas, paralizado por el temor, hasta que sin previo aviso la boca de la chica comenzó a jugar con la virilidad de Miguel y en ese momento algo explotó dentro de él. Se despojó de toda su timidez, perdió el temor a ser sorprendido, y poseído por un fuego hasta entonces para él desconocido se abalanzó sobre la mujer y la hizo suya una y otra vez hasta que ya muy avanzada la noche el cansancio y la satisfacción los arrojó rendidos sobre las sábanas.
El sol ya entraba con fuerza por la pequeña ventana cuando despertó. El olor de su ocasional compañera aún inundaba el lugar. Sin todavía razonar sobre lo que había ocurrido la noche anterior tomó su reloj y se dio cuenta que estaba apenas a tiempo para alcanzar el bus que lo llevaría de regreso a San Clemente.
Se vistió presuroso y bajo rápidamente por las escaleras. Al pie de ellas se topo de sopetón con la dueña de casa.
-Se va tan rápido, ¿qué acaso vio alguna mala cara?- dijo la mujer mirándolo de reojo
-Le agradezco su hospitalidad pero si no me marcho en seguida voy a perder el bus para el que tengo boletos – contestó algo ruborizado preguntándose si la tía sospechaba algo de lo ocurrido – ¿le debo algo por su hospitalidad? – preguntó más bien por cortesía porque la realidad era que en sus bolsillos no tenía dinero ni para hacer cantar a un ciego.
- No se preocupe, vaya tranquilo, la gente con la que se reunió en Santiago pago todos sus gastos – fue la respuesta.
Miguel salió presuroso rumbo al terminal pero sin dejar de preguntarse cómo los funcionarios de ferrocarriles supieron donde iba a pasar la noche.
A esa misma hora en una lejana población de Santiago una anciana intentaba comunicarse con su sobrino en San Clemente para saber que había ocurrido con el amigo que se hospedaría en su casa; en tanto en una lujosa clínica del centro de la ciudad un grupo de personas visitaba a un importante empresario sureño que la noche anterior había sido asaltado cuando se dirigía a un prostíbulo; mientras en una oficina del municipio dos empleados conversan sobre lo complicado que es el que tantas calles lleven el apellido Rodríguez.
3 comentarios:
Las coincidencias son tan especiales como adentrarse en este mundo que nos ofreces.
Yo desde la timidez que me caracteriza, también te solicitaría la dirección...
Un abrazo
wow que relato!! y que esquina maravillosa hermosa toma, un beso.
gracias a dios Rodriguez, un abrazo
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