jueves, 25 de octubre de 2012

Verde Mar

Cuatro gigantes gobernaban las angostas tierras del fin de mundo; la noble Palma en los fértiles valles del pikun; la madre Araucaria en el escarpados donde volcanes y lagos se unen; el anciano Alerce en las impenetrables selvas del willi mapu, y el poderoso Ciprés en el salvaje reino de los hielos y el viento inclemente. 

Pero la noble Palma fue arrancada para construir ciudades, caminos y campos cultivables; el anciano Alerce fue talado en busca de su preciosa carne; y el poderoso Ciprés fue entregado al fuego para entregar sus dominios a los señores ovejeros. 

Por un instante la madre Araucaria pareció estar a salvo. Las laderas de las montes no son buen lugar para cultivar granos o apacentar ganado, y su madera, si bien noble, no es tan preciada como la de sus hermanos.  

Eso fue hasta que el hombre decidió colonizar los montes con árboles esclavizados traídos desde otras tierras, eucalipto y pino oregon. Entonces las madre Araucaria vio como los suyos eran derribados para ceder su porción de suelo a estos pobres extranjeros condenados desde antes de nacer a convertirse en papel y astillas. 

Hoy se refugia en lo alto de Nahuelbuta, ayudada por Robles y Coigues, mientras contempla con dolor y ternura como sus hijos lafkenches luchan por devolver a los montes su verde mar.

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