Amo los atardeceres, parecieran ser siempre iguales, siempre a la misma hora (aunque varían día a día en poco más de un minuto según nos acerquemos al equinoccio de verano o invierno), y por más que el concepto sea el mismo, el sol se oculta tras el horizonte, cada uno es único dependiendo de si se observa sobre una montaña, una ciudad, el mar y de las condiciones atmosféricas presentes. En ese sentido creo entender a los aztecas que observaban cada ocaso como si fuera el último porque en su cosmovisión no estaba garantizado que el astro rey volviera a aparecer por el oriente al día siguiente.
Durante casi tres años la rutina era siempre la misma, llegado el mediodía Álvaro me hacía un gesto con las manos, esa era la señal tácitamente convenida, ambos entonces le pedíamos permiso a nuestros jefes para tomarnos un break de algunos minutos. Nos encontrábamos en el casino de la empresa, el que llegaba primero pedía dos cafés, tras cucharadas de azúcar para el de él y dos para mí., luego salíamos por la puerta trasera, caminábamos al puesto de periódicos de la esquina y mientras yo me fumaba un cigarrillo y él dos comentábamos los titulares del día.
El ritual se mantuvo hasta que abandoné dicho trabajo pero de todas formas lo continuamos repitiendo una vez por semana reemplazando el café por cerveza y la hora del mediodía por la de la salida laboral.
Era domingo temprano en la mañana, me encontraba frente al espejo del baño afeitándome. Mientras lo hacía mi teléfono móvil no cesaba de sonar, cuando al fin pude prestarle atención me acusaba al menos cinco llamadas pérdidas. Es raro que tantos conocidos te llamen un domingo a primera hora a no ser que sea tu cumpleaños y ese no era el caso. Los primeros acordes de “Iris” de los Goo Goo Dolls (canción que uso como ringtone) me alertaron de una nueva llamada…
No hablé, o mejor dicho escuché, más de veinte segundos, no recuerdo si corté, me acerqué al computador, programé “Beautiful Day” de U2, me serví un café cargado, salí al patio y encendí un cigarrillo y luego otro, sencillamente no podía asimilar que la de un par de semanas atrás había sido la última conversación que sostendría con Álvaro, me costaba creer que algo tan habitual y cotidiano como los atardeceres nunca se volvería a repetir.
¿Porqué “Beautiful Day”? porque en esa última conversación Álvaro no cesó de hablar de que por nada del mundo se perdería el concierto que U2 dará en Marzo en nuestro país.
Mucho he escrito de ti en mi perfil de facebook, quizás este sea la última, a fin de cuentas fue tu deseo que te dejáramos descansar.
Hasta siempre compañero.
5 comentarios:
lamento tu perdida y espero que Álvaro te acompañe con su música en tu recuerdo a cada ocaso, un abrazo
Bello me uno a tu dolor.. con respeto de siempre...
Ledeska
Sabes que lo siento... lo sabes
Besicos de ánimo
Se nota tu cariño en tus palabras.
Lo siento es terrible acostumbrarse a ciertas ausencias.
M.
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