Esta es de las imágenes más características de Valparaíso, una escalera interminable que corre en medio de casas multicolores hacia lo alto de sus cerros. El otro elemento propio del puerto es el mar, pero como no existen las fotografías en 360 grados se debe optar por uno u otro, al menos en primer plano.
Es difícil determinar que tienen ciudades como Valparaíso, San Francisco o Lisboa que más que gustar realmente cautivan a quienes las visitan convirtiéndose de paso en refugio de intelectuales, artistas, bohemios y toda clase de almas libres. Todas ellas tienen en común el haber sido levantadas sobre un conjunto de cerros frente al mar. Este hecho pareciera ser en si una desventaja porque estas urbes también comparten el contar con poco terreno nivelado y para sus habitantes cosas tan sencillas como hacer trámites o ir a comprar a algún supermercado implica remontar empinadas e irregulares escalinatas o ascender por calles con gradientes tan pronunciadas que son un verdadero desafío para cualquier conductor. En este mismo sentido alguna vez escuche a un estadounidense avecindado en Valparaíso que la clave para disfrutar la ciudad es dejar de subir escaleras y empezar sencillamente a subir peldaños, y tal vez esto es lo que hace tan especial a los porteños la capacidad de entender que todo lugar es bueno para hacer un alto en el camino y observar el azul del mar.
Quizás también sea el hecho de que vivir frente al mar da a sus habitantes la constante perspectiva de un horizonte sin límites y sea esto lo que los convierte en soñadores, o el ver cada atardecer una puesta de sol en el océano los haga unos románticos empedernidos. También la condición de ciudades puerto los ha hecho el punto de entrada de cada inmigración llegada a sus respectivos países lo que ha convertido a estos porteños en verdaderos ciudadanos cosmopolitas, en especial en lo que respecta a su gastronomía. Mención aparte merece la bohemia propia de marineros ávidos de fiesta y compañía luego de meses de permanencia en el mar.
Puede ser que también la necesidad de construir sobre la irregular superficie de los cerros ha brindado a estos puertos de una particular y única arquitectura, en donde cada casa es distinta de la contigua y en donde las mayorías de sus calles no se rigen por líneas ni ángulos rectos. Debe ser esto lo que hace que los porteños respeten, valoren y disfruten la diversidad.
Razones para el encanto pueden haber muchas, espero algún día recorrer San Francisco, Lisboa, y tantas otras ciudades levantadas en los cerros juntos al mar, en tanto no me canso de recorrer y fotografiar Valparaíso por la cual me encuentro completamente cautivado.
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