Cuando Nicanor Parra Alarcón y Clarisa del Carmen Sandoval contrajeron matrimonio en una localidad rural del sur de Chile a principios del siglo pasado de seguro nunca imaginaron que su cuarto hijo, Eduardo, se convertiría en uno de los más destacados folkloristas y cantautores nacionales capaz de llenar cada local en el que se presentó incluso hasta pocas semanas antes de su muerte; ni que su quinto hijo, Roberto, llegaría a ser uno de los nombres consulares de la dramaturgia nacional al componer la famosa obra de teatro “La Negra Ester”; tampoco imaginaron que su primogénito, Nicanor, compartiría junto a Neruda, Mistral y Huidobro un sitial dentro de los grandes de la poesía nacional, ni que sería frecuentemente mencionado entre los nominados al Premio Nobel de Literatura, ni que a sus actuales 97 años mantendría una lucidez propia de un veinteañero; y también de seguro no pensaron que su tercera hija, Violeta, sería uno de los nombres más destacados dentro del folklore latinoamericano, que sus cantos superarían las barreras generacionales y se convertirían en parte del cancionero universal y que sus bordados en arpillera terminarían siendo exhibidos en el mismísimo Louvre de Paris; de seguro Nicanor y Clarisa pensaron que sus hijos vivirían una tradicional vida de campesinos en las plantaciones al interior de San Carlos.
De seguro su imaginación tampoco alcanzó para suponer que sus nietos: Colombina, hija de Nicanor, y Ángel e Isabel, hijos de Violeta, también serían destacados músicos, la primera en la escena rock y los otros en el medio folklórico. Y tampoco que los hijos de Ángel, nietos de Violeta y bisnietos suyos serían parte esencial de la escena musical chilena en las últimas décadas: Javiera como líder del grupo Los Imposibles y Ángel (en la foto) como integrante de la destacada banda Los Tres y fundador de la agrupación de jazz Ángel Parra Trío.
Más allá de la trascendencia de la familia Parra en la cultura nacional aquello que sus fundadores de seguro nunca fueron capaces de imaginar me recuerda ciertos versos de Silvio Rodriguez:
“Cuando Pedro salió a su ventana no sabía mi amor no sabía
Que la luz de esa clara mañana era luz de su último día…
Cuando Juan regresaba a su lecho no sabía oh alma querida
Que en la noche lluviosa y sin techo le esperaba el amor de su vida…”
Difícilmente podemos prever lo que ocurrirá en algunas horas más, ni en el día de mañana, ni la próxima semana o en un par de meses. Menos aún podemos imaginar con certeza lo que ocurrirá el próximo año, en una década o al final de nuestras vidas. Ese enorme nivel de incertidumbre del que usualmente no nos percatamos para algunos, en especial para quienes desean tener todo bajo control, puede resultar estresante, pero pensándolo bien al menos para mí resulta maravilloso porque a fin de cuentas las posibilidades son infinitas.
3 comentarios:
Solo importa el presente amigo, ni siquiera el hoy, sino el instante, y eso que es efímero.
Un abrazo
Excelente entrada.
Hola Luis, qué buena entrada amigo!!
En realidad los Parra son parte de nuestra historia...
Un buen reconocimiento!
Qué cierto lo que dice Jan, "ni siquiera el hoy"....sino el instante...que cuando lo recordamos... lo volvemos a vivir!!
un abrazo Luis y que tengas una buena semana!
Ali
Luis!
Con esta publicación tuya me deleité. Quería decírtelo, porque con una maravillosa secuencia de datos me llevaste por el texto en busca de más. Y una reflexión final que comparteo, dicha con poesía y todo. Un lujo.
Gracias.
Te abrazo
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