En mi afición por la fotografía, en particular de coloridos atardeceres, hace poco menos de un año programé un viaje a una zona costera del centro sur de mi país de donde había visto unas imágenes realmente cautivadoras de algunos fotógrafos amigos.
Pocas horas antes de iniciar mi viaje fui notificado de mi despido en la empresa en la que trabajaba, aún así no postergué mis planes, pero quizás como en una señal de que aquellos días serían aciagos al llegar a mi destino se había desatado la peor tormenta de viento y lluvia ocurrida en todo aquel invierno e incluso tal vez en años, así que mejor olvidarse de las bellas puestas de sol, pero como el viaje ya parecía resultar una prueba a mi porfía aún así me dediqué a pasar largas horas tomando fotografías cubierto por una buena chaqueta, gorro y una funda para la cámara.
Una vez de regreso en casa al intentar editar las capturas en mi computadora todas las fotografías parecían haber sido tomadas en blanco y negro. Es que los colores no son más que la forma en que determinados elementos reflejan la luz, incluso de noche ese reflejo tiende a ser azulado, pero con la tormenta desatada por momentos las luz pareció irse por completo y las nubes eran escasamente atravesadas por unos grisáceos rayos que iluminaban un grisáceo mar a orillas de una playa ya por si de arenas negras.
Es curioso pero casi un año después me doy cuenta que aquel finiquito laboral resultó ser una bendición, primero por ciertos acontecimientos que ocurrieron más tarde en aquella empresa, segundo por el trabajo que encontré meses después, mejor en lo salarial, en proyección y en tiempo libre; y tercero porque en el intertanto que estuve desempleado pude hacer algo que había postergado por demasiado tiempo: dedicarme a mi mismo, de esta forma ordené ideas, se acabó el estrés, recuperé una presión arterial normal, volví a dormir como corresponde y como guinda de la torta tuve la ocasión de reencontrarme con un viejo amor de juventud (cosa que trabajando donde estaba hubiera sido imposible) que hoy es la mujer de mis afectos.
En cuanto a la fotografía me di cuenta que las tormentas por oscuras que sean también tienen sus colores y que estos pueden resultar más cautivadores que el más rojo de los atardeceres
6 comentarios:
como vos decís Luis todo depende de cómo refleje la luz y su incidencia, un abrazo
Sabio es el refrán que dice " después de la tormenta viene la calma", una foto maravillosa , con una luz mágica y una gama de medio tono increíbles, con tu permiso me la llevo .Me alegro que te hayan pasado después muchas cosas buenas y que sigan pasando, un beso.
Querido Luis, la vida tiene sus cosas, y si las dejamos "ser" sin intervenir nosotros con nuestros pensamiento y "haceres", surge lo que "tiene que ser"...
A veces lo que pensamos que es "lo peor que nos puede pasar" es una oportunidad para algo nuevo.... y ya ves...,-)
me alegro tanto, tanto por lo que te ha pasado.El corazón cuando está acompañado, late mejor! ;-)... si hasta la presión se recupera, jajajaja!
recibe un abrazo solidario!
Ali
Hay días que la naturaleza te sorprende con nuevas formas...
Besicos
Porque en todos los colores esta nuestra alma, y estamos nosotros.
Preciosa foto Luis, amo los colores de la tormenta, esos grises azulados son soberbios.
Siempre he pensado que la vida es maravillosa, que cada día nos puede sorprender con algo que ni siquiera imaginábamos y si a veces se muestra un tanto esquiva a no desesperar, seguramente algo bueno viene después.
Besos y me alegra tu felicidad.
REM
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