Para la celebración de nuestro bicentenario en el pasado mes de septiembre asistí a uno de esos eventos que en Chile se les denomina como de Plaza Italia para arriba. A los lectores extranjeros les explico que la referida plaza marca el punto central de Santiago, hacia el oriente (arriba) se encuentran los barrios altos y hacia el poniente (abajo) los barrios populares, en otras palabras asistí o más bien me colé en un evento de nuestra singular aristocracia.
Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, señalaba que los anhelos de movilidad social era la raíz de buena parte de los problemas en los estados modernos al no conformarse cada individuo a su posición en la escala social frustrándose en su constante deseo de ascender. Parto por aclarar que no comparto en nada sus apreciaciones, defiendo el que todos tengamos el derecho a mejorar nuestro estándar de vida y a construir condiciones más ventajosas para nuestros hijos, pero sí creo que las odiosas luchas de clases han terminado por introducir los gérmenes de la discriminación, el arribismo, la envidia y el resentimiento.
Mientras me paseaba en medio de dueños de fundos, criadores de caballos de fina sangre, familias bajándose de camionetas con doble tracción y muchachos estacionando los descapotables de sus padres, me detuve a observar a un humilde vendedor que voceaba sus jugos de frutas que eran exprimidos en el momento con la ayuda de su hijo un chico de no más de diez años al que llamaremos Juan y que de seguir el mundo su curso es probable que en quince años más sea él quien vocee la venta de zumos en las fiestas patrias del 2025.
Minutos después en medio de la multitud reconocí a un famoso empresario dueño de buena parte de la producción vitivinícola de nuestro país acompañado de sus numerosos nietos entre los que destacaba por su vivacidad la más pequeña a la que llamaremos Isidora y que de seguir el mundo su curso de seguro será rostro de las páginas sociales de las revistas de papel cuché en un futuro próximo.
Mi tarde transcurrió probando vinos de guarda, degustando finos quesos, observando caballos (de los que aparte de montarlos no sé nada), hasta que de repente me volví a encontrar con la Isidora quien entusiasmada se dedicaba a hacer volar por el aire decenas de burbujas de jabón las que eran perseguidas por Juan quien intentaba retenerlas en sus manos para devolverlas a su dueña. Por un instante Plaza Italia se vino abajo y la más hermosa de los de arriba y el más tierno de los de abajo jugaban juntos sin importarles sus cunas y linajes. El mágico momento no duró mucho, Isidora recibió el llamado para unirse al séquito familiar y Juan debió regresar a exprimir naranjas, pero no dejo de pensar que si llenáramos la ciudad de burbujas de jabón quizás los de arriba dejarían de desconfiar de los de abajo y los de abajo no sentirían envidia de los de arriba y todos seríamos más felices.
Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, señalaba que los anhelos de movilidad social era la raíz de buena parte de los problemas en los estados modernos al no conformarse cada individuo a su posición en la escala social frustrándose en su constante deseo de ascender. Parto por aclarar que no comparto en nada sus apreciaciones, defiendo el que todos tengamos el derecho a mejorar nuestro estándar de vida y a construir condiciones más ventajosas para nuestros hijos, pero sí creo que las odiosas luchas de clases han terminado por introducir los gérmenes de la discriminación, el arribismo, la envidia y el resentimiento.
Mientras me paseaba en medio de dueños de fundos, criadores de caballos de fina sangre, familias bajándose de camionetas con doble tracción y muchachos estacionando los descapotables de sus padres, me detuve a observar a un humilde vendedor que voceaba sus jugos de frutas que eran exprimidos en el momento con la ayuda de su hijo un chico de no más de diez años al que llamaremos Juan y que de seguir el mundo su curso es probable que en quince años más sea él quien vocee la venta de zumos en las fiestas patrias del 2025.
Minutos después en medio de la multitud reconocí a un famoso empresario dueño de buena parte de la producción vitivinícola de nuestro país acompañado de sus numerosos nietos entre los que destacaba por su vivacidad la más pequeña a la que llamaremos Isidora y que de seguir el mundo su curso de seguro será rostro de las páginas sociales de las revistas de papel cuché en un futuro próximo.
Mi tarde transcurrió probando vinos de guarda, degustando finos quesos, observando caballos (de los que aparte de montarlos no sé nada), hasta que de repente me volví a encontrar con la Isidora quien entusiasmada se dedicaba a hacer volar por el aire decenas de burbujas de jabón las que eran perseguidas por Juan quien intentaba retenerlas en sus manos para devolverlas a su dueña. Por un instante Plaza Italia se vino abajo y la más hermosa de los de arriba y el más tierno de los de abajo jugaban juntos sin importarles sus cunas y linajes. El mágico momento no duró mucho, Isidora recibió el llamado para unirse al séquito familiar y Juan debió regresar a exprimir naranjas, pero no dejo de pensar que si llenáramos la ciudad de burbujas de jabón quizás los de arriba dejarían de desconfiar de los de abajo y los de abajo no sentirían envidia de los de arriba y todos seríamos más felices.
8 comentarios:
Una bonita imagen la de las Pompas de Jabón, que ojalá podamos ver muchas veces. Feliz año 2011. Abrazos
Como soy una ilusa seguro que no es así, pero seguro que para estar arriba o abajo solo hay que caminar los metros que separan las calles... no es tan dif´cicil caer de un lado para otro...
Besicos
Amigo mío, sabrás que yo vivo cerquita de Escriba de Balaguer, porque me tocó y aunque al parecer estoy con los de arriba, mi espíritu y mi forma de ser a veces se acerca a los de abajo o a los de al medio. A pesar que hay bastantes cosas que me apestan de los de arriba, como su prepotencia , sus camionetas y quienes las manejan, prefiero pensar que también hay gente sencilla y que disfruta de las cosas simples, de echo creo que hay. En todo caso mis amigos del barrio son el panadero, la chica del bazar ,la verdulería ... pero concuerdo totalmente que deberíamos llenar de burbujas para que pudiéramos olvidar tanta tontera y ser más felices. De acá arriba me quedó con la vegetación que es lo que más aprecio, un abrazo y un lindo inicio de año.
FELIZ AÑO LUIS!!! ;-)
Preciosa tu experiencia, ....sensible, hasta emotiva, para mí.
Me gusta tu particular forma cómo relacionas las cosas....te lo he dicho. ;-)
Tal como Patricia, tambien soy de las "arriba" y me pasa exactamente lo mismo.
Veo tanta distancia...tanta "nariz respingona" que duele...sin embargo "pobre los ricos" Luis... en la consulta me muestran la soledad, se van a los mall para estar con otras personas, para conversar..
Mis padres siempre fueron de clase media, muy sencilla y nos dieron la educación completa, y en unbuen colegio. Despues cada uno "se las arregló"....;-)
Y me formé con gente del Opus Dei, jajajajaj! aunque ya tenía 24 años, entonces "domarme" fue algo imposible para ellos...y una vez finalizado mis estudios, dejé la Obra y sus formas, agradecida...
y ahi ves y puedes apreciar esta diferencia donde las burbujas son compartidas solo entre ellos...
es fuerte, si...,-)
Ojalá nos encontremos con Steki a fin de mes...,-)
Ali
Vaya, también vivo "arriba" y tengo nariz respingona. Eso debe de ser lo único que tengo en común con esas personas a las que viste en esa incursión de fiestas patrias.
No es tan difícil llenar de burbujas la ciudad, aunque no sé si existirá la voluntad política para hacerlo. Bastaría con ofrecer una educación pública de calidad y, aunque no a corto plazo, las distancias se reducirían de forma considerable.
Los niños no saben de diferencias sociales. Sólo de la química, de qué personas les gustan o no por cómo son y no por lo que tienen. Deberíamos aprender de ellos.
Hermosa reflexión, Luis
Aprovecho para decirle a Ali que también espero estar en ese encuentro a fin de mes. Te debo respuesta a tu mail
Besos
Luis, despues de sacudir el polvo del camino, me detengo aqui.
Un abrazo de alegria!
La infancia los hace a todos iguales, y creo, optimista de mí, que el tópico de las diversas clases sociales será mermado poco a poco y con el paso del tiempo...
Por suerte hay cosas cada vez más al alcance de todos. Ese Juan con su generosidad, merecerá un buen sitio.
Un abrazo.
Ojala todos recordaramos los tiempos en que haciamos pompas de jabón.
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