Don Alipio es todo un lobo de mar, hijo y nieto de pescadores, incluso suele mencionar que uno de sus ancestros participó en la captura de Mocha Dick, la gigantesca ballena blanca que hizo naufragar a decenas de barcas en estos lares a principios del siglo XIX y en la que se inspiró Melville para escribir su célebre novela. Sus mayores orgullos son sus dos Lucías, una es su esposa y la otra es su lancha pesquera de la cual es el patrón. Su sobrino y navegante es Ramón, sirvió en la naval por un par de años para luego estudiar en la escuela de tripulantes y trabaja con su tío sólo con el objeto de acumular las horas de navegación que un día le permitan comandar uno de los enormes pesqueros escandinavos con los que suelen toparse mar adentro.
El resto de la tripulación lo componen don Marcelo, amigo de infancia de don Alipio y ligado a este por una complicada red de compadrazgos, trabajó casi toda su vida bajo tierra en los yacimientos carboníferos y sólo se lanzó al mar como una forma de mantener a su familia cuando estos cerraron; Ramiro, un gordo enorme que cada vez que pisa tierra gasta todo lo ganado en el prostíbulo del pueblo; Leonel el “Indio”, un mapuche lafkenche de rostro áspero, mediana estatura y cuerpo fornido; Willy el “Alemán”, descendiente de los primeros colones germanos llegados a la zona quien para disgusto de su familia se unió al movimiento hippie en los setentas y tras verse sin estudios y sin heredad no tuvo otra opción que dedicarse al oficio de pescador; y finalmente Manuel, el más misterioso de todos, sencillamente apareció un día en el pueblo, nunca habla de su pasado ni de donde proviene, se rehúsa casi con violencia a desembarcar en los puertos del norte y es hábil como nadie con el cuchillo por lo que sus compañeros suponen que debe estar huyendo de algún conflicto con la ley.
Aunque diversos en sus edades, educación e intereses, forman una pequeña familia, una cofradía de camaradas que se interna por semanas a cientos de kilómetros de la costa en busca de los ansiados jureles, reinetas, róbalos y sierras. Poco importan las largas ausencias, poco importan los vientos amenazantes, poco importan las gigantescas olas, don Alipio posee una suerte de intuición que le permite predecir el mal tiempo lo que siempre los ha mantenido a salvo, aunque…
Han pasado ya cinco días desde que terminó el temporal. En el casino de pescadores de la localidad la señora Lucía, quien en tantas ocasiones había acompañado las tristes esperas de sus vecinas que de alguna forma sabía que tarde o temprano llegaría su turno de ser acompañada, sostiene un rosario en su mano derecha mientras con la izquierda abraza a Camila, la novia de Ramón con quien iba a casarse en dos meses. A su lado doña Eliana, esposa de don Marcelo, contempla desconsolada el océano preguntándose porque tantas veces su viejo salvó de los derrumbes en la mina para ahora perderse en las profundidades marinas. Tras ellas la madame del prostíbulo y dos de sus chicas cumplen con hacer presencia por el infortunado Ramiro, cabe destacar que una de las muchachas de verdad había llegado a querer al gordo. Al fondo del galpón Nora, la mujer del “Indio”, consuela a sus dos pequeños hijos, hablándoles en lengua mapuche les dice que no se preocupen porque cuando un lafkenche se pierde en las aguas su alma se une al séquito del espíritu que mora en lo profundo y este como pago siempre proveerá de alimento, buenos peces y abundancia de mariscos, a su familia por lo que de ahora en adelante ellos serán hijos de la mar. En el corredor que conduce al embarcadero dos hombres, hermanos de Willy, fuman incesantemente, por ellos las mujeres supieron que el desdichado en realidad se llamaba Wilfred Von Körtwick y entendieron porque para sus esposos era más sencillo tratarlo simplemente como el “Alemán”.
Diez minutos después que un cortés teniente de la Naval les informara que los guardacostas habían cesado la búsqueda un lujoso auto se estacionó frente al lugar. Una mujer rubia, hermosa y elegante, descendió del asiento trasero del vehículo vestida entera de negro y con uno enormes anteojos oscuros cubriendo su rostro. Las mujeres alcanzaron a oír que preguntaba al oficial por la suerte de Manuel y por fin entendieron que no era de la ley sino que de un mal de amores de lo que huía aquel misterioso hombre.
El resto de la tripulación lo componen don Marcelo, amigo de infancia de don Alipio y ligado a este por una complicada red de compadrazgos, trabajó casi toda su vida bajo tierra en los yacimientos carboníferos y sólo se lanzó al mar como una forma de mantener a su familia cuando estos cerraron; Ramiro, un gordo enorme que cada vez que pisa tierra gasta todo lo ganado en el prostíbulo del pueblo; Leonel el “Indio”, un mapuche lafkenche de rostro áspero, mediana estatura y cuerpo fornido; Willy el “Alemán”, descendiente de los primeros colones germanos llegados a la zona quien para disgusto de su familia se unió al movimiento hippie en los setentas y tras verse sin estudios y sin heredad no tuvo otra opción que dedicarse al oficio de pescador; y finalmente Manuel, el más misterioso de todos, sencillamente apareció un día en el pueblo, nunca habla de su pasado ni de donde proviene, se rehúsa casi con violencia a desembarcar en los puertos del norte y es hábil como nadie con el cuchillo por lo que sus compañeros suponen que debe estar huyendo de algún conflicto con la ley.
Aunque diversos en sus edades, educación e intereses, forman una pequeña familia, una cofradía de camaradas que se interna por semanas a cientos de kilómetros de la costa en busca de los ansiados jureles, reinetas, róbalos y sierras. Poco importan las largas ausencias, poco importan los vientos amenazantes, poco importan las gigantescas olas, don Alipio posee una suerte de intuición que le permite predecir el mal tiempo lo que siempre los ha mantenido a salvo, aunque…
Han pasado ya cinco días desde que terminó el temporal. En el casino de pescadores de la localidad la señora Lucía, quien en tantas ocasiones había acompañado las tristes esperas de sus vecinas que de alguna forma sabía que tarde o temprano llegaría su turno de ser acompañada, sostiene un rosario en su mano derecha mientras con la izquierda abraza a Camila, la novia de Ramón con quien iba a casarse en dos meses. A su lado doña Eliana, esposa de don Marcelo, contempla desconsolada el océano preguntándose porque tantas veces su viejo salvó de los derrumbes en la mina para ahora perderse en las profundidades marinas. Tras ellas la madame del prostíbulo y dos de sus chicas cumplen con hacer presencia por el infortunado Ramiro, cabe destacar que una de las muchachas de verdad había llegado a querer al gordo. Al fondo del galpón Nora, la mujer del “Indio”, consuela a sus dos pequeños hijos, hablándoles en lengua mapuche les dice que no se preocupen porque cuando un lafkenche se pierde en las aguas su alma se une al séquito del espíritu que mora en lo profundo y este como pago siempre proveerá de alimento, buenos peces y abundancia de mariscos, a su familia por lo que de ahora en adelante ellos serán hijos de la mar. En el corredor que conduce al embarcadero dos hombres, hermanos de Willy, fuman incesantemente, por ellos las mujeres supieron que el desdichado en realidad se llamaba Wilfred Von Körtwick y entendieron porque para sus esposos era más sencillo tratarlo simplemente como el “Alemán”.
Diez minutos después que un cortés teniente de la Naval les informara que los guardacostas habían cesado la búsqueda un lujoso auto se estacionó frente al lugar. Una mujer rubia, hermosa y elegante, descendió del asiento trasero del vehículo vestida entera de negro y con uno enormes anteojos oscuros cubriendo su rostro. Las mujeres alcanzaron a oír que preguntaba al oficial por la suerte de Manuel y por fin entendieron que no era de la ley sino que de un mal de amores de lo que huía aquel misterioso hombre.
11 comentarios:
Que buena historia, me llevó a recordar esos libros de Adolfo Couve , cuanto que contar tienen los pescadores y el mar , espero que hayas disfrutado de los festejos, ví algunas fotos muy buenas, besos paty
Me gustó la historia de mar y misterio. Abrazos
Tus historias son muy re´buenas!!
Es un placer leerte Luis..
Semanita corta! ;-)
Besos
Ali
Encantadora historia!
"Mira que el amor es una mar muy ancha" decían los antiguos versos.
Muchas Gracias por el emotivo y muy bien contado relato!
Un Abrazo, Amigo!
¿Será que siempre huimos de los malos amores que se enquistan en el cuerpo?
Tus relatos son exquisitos, me llevan por caminos misterios.
Es un placer leerte y abrazarte.
MaLena.
Todo el mundo tiene una historia que contar, el tema es cómo lo haces...
Besicos
Es triste la vida de las viudas del mar. Mientras sus hombres viven, tienen su corazón en un puño esperando su regreso. Cuando naufragan, no hay un cuerpo del que despedirse...
Por otra parte, ver quién llora por uno revela lo que fue su vida.
Me encantó el texto, Luis
Besos
Una historia preciosa y una foto (¿es tuya?) llena de color.
Quizas al leer esto pierda un poco el miedo al mar.. gracias Luis por unirte a mi dolor de estos dias... es eso lo que uno nesesita en estos momentos.. palabras y apoyo y eso te lo agradesco...
Ledeska
Siempre se ha dicho que las historias de mar y de marineros y las que estos cuentan son las más hermosas, y razón no le falta a esta afirmacion.
Estupendo historia de la historia del mar
Extraordinario, buenísimo, buenísimo, no puedo decir más!!
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