No se equivoquen, no es una fontana italiana, los árboles de fondo no pertenecen a Central Park, no es el portal de acceso a una paseo parisino, es la Terraza Neptuno en pleno Cerro Santa Lucía a metros del centro de Santiago, contaminada capital de Chile.
Para la época de vacaciones estivales y cualquier concentración de tres o más días festivos los santiaguinos se dividen en tres marcados grupos: los ABC1, nombre dado de acuerdo al marketing al estrato económicamente acomodado, que parten raudos al aeropuerto para continuar rumbo a cualquier destino exótico; los C2C3, la clase media, que inundan con sus vehículos las carreteras ansiosos por llegar a alguna playa deshabitada o lago perdido entre las montañas; y lo D/E, sector menos pudiente de la población, que maldicen el no compartir la suerte de los otros. A pesar de las marcadas diferencias de poder adquisitivo estos tres grupos tienen algo en común: sus ganas de marcharse de una ciudad a la que apenas conocen. No me mal interpreten, al igual que la mayoría anhelo la llegada de las vacaciones para viajar a algún lugar hasta entonces desconocido y no encuentro nada más desintoxicante que una escapada de fin de semana lejos de lo cotidiano. Pero es una realidad que usualmente vivimos mirando otros horizontes convencidos de que el pasto crece mejor en el patio del vecino y no nos damos el tiempo de conocer y valorar la riqueza humana, cultural y arquitectónica de nuestras aparentemente poco interesantes ciudades.Puedo decir por experiencia propia que redescubrir y reenamorarnos del lugar donde vivimos es una experiencia enriquecedora y fascinante. Basta sólo cambiar la disposición mental, por decirlo de alguna forma mover el switch de modo transeúnte a modo turista, para que esos lugares cotidianos y recurrentes adquieran una nueva significancia y hermosura, encontrar calles que no conocíamos, levantar un poco la vista y ver la riqueza arquitectónica de balcones o cornisas, y así entender que vivimos en ciudades cargadas de los problemas típicos de la urbanidad contemporánea pero a la vez rebosantes de una belleza enorme.
Para la época de vacaciones estivales y cualquier concentración de tres o más días festivos los santiaguinos se dividen en tres marcados grupos: los ABC1, nombre dado de acuerdo al marketing al estrato económicamente acomodado, que parten raudos al aeropuerto para continuar rumbo a cualquier destino exótico; los C2C3, la clase media, que inundan con sus vehículos las carreteras ansiosos por llegar a alguna playa deshabitada o lago perdido entre las montañas; y lo D/E, sector menos pudiente de la población, que maldicen el no compartir la suerte de los otros. A pesar de las marcadas diferencias de poder adquisitivo estos tres grupos tienen algo en común: sus ganas de marcharse de una ciudad a la que apenas conocen. No me mal interpreten, al igual que la mayoría anhelo la llegada de las vacaciones para viajar a algún lugar hasta entonces desconocido y no encuentro nada más desintoxicante que una escapada de fin de semana lejos de lo cotidiano. Pero es una realidad que usualmente vivimos mirando otros horizontes convencidos de que el pasto crece mejor en el patio del vecino y no nos damos el tiempo de conocer y valorar la riqueza humana, cultural y arquitectónica de nuestras aparentemente poco interesantes ciudades.Puedo decir por experiencia propia que redescubrir y reenamorarnos del lugar donde vivimos es una experiencia enriquecedora y fascinante. Basta sólo cambiar la disposición mental, por decirlo de alguna forma mover el switch de modo transeúnte a modo turista, para que esos lugares cotidianos y recurrentes adquieran una nueva significancia y hermosura, encontrar calles que no conocíamos, levantar un poco la vista y ver la riqueza arquitectónica de balcones o cornisas, y así entender que vivimos en ciudades cargadas de los problemas típicos de la urbanidad contemporánea pero a la vez rebosantes de una belleza enorme.
14 comentarios:
preciosa foto Luis. Ese lugar me es muy querido, tengo por ahí una foto de mi madre y hermanos junto a mi abuela por allá por los años 20 cuando el paseo al Santa Lucía era casi un ritual.
Concuerdo contigo, tenemos tanto para mirar en nuestro querido país, pero claro, eso no da "status" en nuestro país donde se vive de las apariencias, me duele decirle, pero más me duele vivirlo
A mi también me gusta perderme en lugares que nadie ha visto, a veces también tengo la suerte de que capto algo hermoso.
Muy lindo.
Un beso.
Es tan cierto, yo siempre acostumbro a ir al centro, me encantan los barrios viejos y me da pena que no se haga nada con ellos. Conozco bastante, pero debo reconocer que nunca he subido al cerro Santa Lucía, y con nombre familiar y todo, ahora creo que esta muy de moda un lugarcito para los ABC y no sé si las otras C, me conformaría con un paseo tranquilo a medio día, habrá que hacerlo, besitos paty
Quizás necesitemos marcar un aqui y un allá; la ciudad, el bosque; el mar , la montaña; un sur y un norte, establecer diferencias. Hasta que alguna vez entendamos que todo está dentro nuestro, que somos todo. Hasta tanto, uf..., vale tu reflexión de mirar a nuestro alrededor. Estar atentos porque la vida nos deja lo que anhelamos enfrente y siempre lo buscamos mucho más allá.
Un abrazo
Pertenezco a un bando privilegiado, cojo las vacaciones bastante tarde, lo que me permite en verano quedarme en la ciudad, que por un tiempo permanece quieta y sin gente, sobre todo los fines de semana, puedes ir al cine tranquilo sin necesidad de hacer cola, puedes ir a los museos que están algo más llenos de turistas, puedes aparcar sin necesidad de dar tres millones de vueltas hasta encontrar un hueco, la puedes disfrutar.
Debe ser un hermoso lugar que invita a la tranquilidad. Abrazos
Sí, es un hecho. Nos cuesta ser conscientes de los privilegios más domésticos, y tendemos a buscarlos en horizontes de extrarradio.
No conozco tu país pero me apetece mucho. Pero es cierto que muchas veces recorremos espacios dejando de observar maravillas que tenemos cerca.
Tal vez hay un sentimiento de huida hacia lo desconocido en cada viaje.
Un beso.
Hola Luis!! Vengo a conocer tu espacio y a agradecerte tu comentario en el mio.
Que bueno haber podido vivenciar esta ceremonia con los Mapuches!
Solo el que vive una experiencia así puede saber lo que se siente.
Volver a las raíces, a la naturaleza, a todas estas cosas que el mundo globalizado nos fué quitando, es como encontrar el aire que falta para seguir adelante.
Voy a pasear por tu espacio para conocerte y disfrutar de el.
Nos vemos pronto!
así como en nuestras vida ignoradas por creerlas conocidas nos perdemos de un entorno que se desgasta mientras nuestra ceguera avanza hasta desconocerlas por completo,
un abrazo
Es cierto que, a veces con la excusa de que lo tenemos a mano, desconocemos la ciudad en la que vivimos y preferimos calles de urbes más lejanas para deleitarnos.
Es una lástima, porque Santiago tiene rincones maravillosos. El de la foto es uno de mis favoritos.
Besos
Hola, Luis. tu post resulta totalmente certero, pues normalmente los habitantes de un lugar desconocen los bellos lugares de interés turístico que hay en él. Y eso lo he constatado viajando, porque cuando preguntaba a algún lugareño por algún sitio tal como un museo, alguna edificación de especiel belleza, etc, pocas veces obtenía respuesta, incluso aunque ese lugar de interés estuviese a nuestro lado o en una zona muy concurrida y por ende, conocida. Y es que nunca valoramos lo nuestro y por esa razón no nos molestamos ni en visitarlo, ni en saber ni que existe. En escasas ocasiones la gente levanta la mirada para ver los edificios de las calles por las que transita a diario y se pierden toda la belleza que encierran desde el pueblo más pequeño a la mayor de las urbes. Estupendo post, amigo mío. Recibe un beso grande y mis mejores deseos para lo que resta del fin de semana.
A veces a la vuelta de la esquina encontramos se encuentra todo lo necesario para descubrir un mundo nuevo.
Excelente análisis acompañando una gran imagen.
Un abrazo
Precisosa foto Luis!
No se por qué razón solemos buscar lo bello lejos nuestro cuando en realidad quizás está tan cerca que podría tocarnos, sólo tenemos que detenernos un poco y mirar lo que nos rodea , seguramente nos sorprenderemos más de una vez.
Besos para vos
REM
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