“La juventud se lleva por dentro” y “el espíritu no envejece” son dos frases bastante esperanzadoras y en algunos casos muy ciertas pero que se transforman en simples eufemismos cuando las fuerzas comienzan a flaquear, cuando el corazón y los pulmones ya no son tan resistentes, cuando el botiquín empieza a llenarse de prescripciones médicas y por sobre todo cuando aquellos a quienes hemos amado y con quienes hemos compartido una vida comienzan a partir.
Hace algunos días Doris, una jovial señora de algo más de setenta años, me contrató para que convirtiera a medios digitales su colección de fotografías tomadas a lo largo de toda su vida. Cuando acepté el trabajo no imaginé que de un armario saldrían cajas y cajas con varios centenares de diapositivas y en un momento pensé si realmente había sido una buena idea acceder a dicho requerimiento, pero mucho más que el trabajo la experiencia ha valido de sobra la labor.
Es sencillamente increíble poder revisar en detalle más de cincuenta años de vida de una persona y en especial si esa persona es Doris. Cuando tenía poco más de veinte años viajó por un par de meses a Suiza, pero de allá tardó treinta años en regresar, allí conoció a Osvaldo, un italiano que junto con llevársela consigo a Turín capturó su corazón y le entregó por completo el suyo.
Una a una vamos proyectando las diapositivas sobre un telón desde donde las fotografío con una cámara digital para después retocarlas y ordenarlas en el computador. Una a una se suceden las imágenes de las costas de Portugal, del carnaval de Venecia, de los Alpes suizos, de sus viajes en bote por las islas griegas, de sus travesías en camello por el Sahara, de las ruinas mayas en México, de las aguas turquesas de Bora Bora, siempre acompañada de Osvaldo, siempre abrazados y me parece que siempre mirándose con ternura y pasión.
Mientras ajusto la nitidez y encuadro los diaporamas Doris suele dar prolongados suspiros o largar inmensas carcajadas, de seguro recordando alguna cena romántica o cierta travesura juvenil. Recuerda a perfección donde y en qué circunstancias fue tomada cada foto y no duda en contarme cada detalle al respecto, así supe porque se tomó una foto desnuda en una playa desierta en Costa de Marfil, los nombres de cada uno de los castillos del Loira o porque se le ve buceando junto a un tiburón en los corales tahitianos. Y de esta forma hasta el momento en varias jornadas hemos digitalizado más de dos mil fotografías y he escuchado más de dos mil historias al punto que ya me siento en condiciones de escribir sus memorias pero aún no he llegado ni siquiera a la mitad del trabajo encomendado y es que es imposible avanzar rápido cuando existe tanto por escuchar, tantos lugares que conocer de primera fuente, tantas recetas que compartir y un largo sin fin de etcéteras.
Osvaldo, su gran amor, falleció hace ya algún tiempo. Paradojal y tristemente sus últimos años los convivió con el mal Alzhéimer lo que hizo que para él toda esta inmensa colección de diapositivas no fuera más que una serie de imágenes sin sentido. Tampoco tuvieron hijos, no sé realmente porqué razón pero me parece que disfrutaban tanto estando juntos que no necesitaban nada más, así que ahora estás fotos son su principal compañía.
Sé que en este punto el relato puede parecer triste, pero Doris no es una mujer embargada por la tristeza sino más bien una mujer cautivada por la nostalgia, no una nostalgia de deudas pendientes sino una nostalgia de momentos y amores vividos y disfrutados al máximo. Una nostalgia que envidio, admiro y respeto.
Ayer me agradeció por ayudarla a rescatar estos recuerdos que tan solo eran importantes para ellas y que de seguro muy pronto cuando ya no esté, certeza que la da su diagnóstico de cáncer, no le interesaran a nadie. En eso se equivoca porque sin proponérselo me ha impregnado de sus memorias, me ha enseñado en sus historias el devenir de buena parte del siglo pasado y de lo que va del presente, me ha compartido un tesoro de imágenes que de seguro, cuando ella se encuentre nuevamente en brazos de su amado Osvaldo paseando por los campos de la Toscana, seguiré visitando desde mis disco duro.
Hace algunos días Doris, una jovial señora de algo más de setenta años, me contrató para que convirtiera a medios digitales su colección de fotografías tomadas a lo largo de toda su vida. Cuando acepté el trabajo no imaginé que de un armario saldrían cajas y cajas con varios centenares de diapositivas y en un momento pensé si realmente había sido una buena idea acceder a dicho requerimiento, pero mucho más que el trabajo la experiencia ha valido de sobra la labor.
Es sencillamente increíble poder revisar en detalle más de cincuenta años de vida de una persona y en especial si esa persona es Doris. Cuando tenía poco más de veinte años viajó por un par de meses a Suiza, pero de allá tardó treinta años en regresar, allí conoció a Osvaldo, un italiano que junto con llevársela consigo a Turín capturó su corazón y le entregó por completo el suyo.
Una a una vamos proyectando las diapositivas sobre un telón desde donde las fotografío con una cámara digital para después retocarlas y ordenarlas en el computador. Una a una se suceden las imágenes de las costas de Portugal, del carnaval de Venecia, de los Alpes suizos, de sus viajes en bote por las islas griegas, de sus travesías en camello por el Sahara, de las ruinas mayas en México, de las aguas turquesas de Bora Bora, siempre acompañada de Osvaldo, siempre abrazados y me parece que siempre mirándose con ternura y pasión.
Mientras ajusto la nitidez y encuadro los diaporamas Doris suele dar prolongados suspiros o largar inmensas carcajadas, de seguro recordando alguna cena romántica o cierta travesura juvenil. Recuerda a perfección donde y en qué circunstancias fue tomada cada foto y no duda en contarme cada detalle al respecto, así supe porque se tomó una foto desnuda en una playa desierta en Costa de Marfil, los nombres de cada uno de los castillos del Loira o porque se le ve buceando junto a un tiburón en los corales tahitianos. Y de esta forma hasta el momento en varias jornadas hemos digitalizado más de dos mil fotografías y he escuchado más de dos mil historias al punto que ya me siento en condiciones de escribir sus memorias pero aún no he llegado ni siquiera a la mitad del trabajo encomendado y es que es imposible avanzar rápido cuando existe tanto por escuchar, tantos lugares que conocer de primera fuente, tantas recetas que compartir y un largo sin fin de etcéteras.
Osvaldo, su gran amor, falleció hace ya algún tiempo. Paradojal y tristemente sus últimos años los convivió con el mal Alzhéimer lo que hizo que para él toda esta inmensa colección de diapositivas no fuera más que una serie de imágenes sin sentido. Tampoco tuvieron hijos, no sé realmente porqué razón pero me parece que disfrutaban tanto estando juntos que no necesitaban nada más, así que ahora estás fotos son su principal compañía.
Sé que en este punto el relato puede parecer triste, pero Doris no es una mujer embargada por la tristeza sino más bien una mujer cautivada por la nostalgia, no una nostalgia de deudas pendientes sino una nostalgia de momentos y amores vividos y disfrutados al máximo. Una nostalgia que envidio, admiro y respeto.
Ayer me agradeció por ayudarla a rescatar estos recuerdos que tan solo eran importantes para ellas y que de seguro muy pronto cuando ya no esté, certeza que la da su diagnóstico de cáncer, no le interesaran a nadie. En eso se equivoca porque sin proponérselo me ha impregnado de sus memorias, me ha enseñado en sus historias el devenir de buena parte del siglo pasado y de lo que va del presente, me ha compartido un tesoro de imágenes que de seguro, cuando ella se encuentre nuevamente en brazos de su amado Osvaldo paseando por los campos de la Toscana, seguiré visitando desde mis disco duro.
11 comentarios:
Creo que no tienes ni idea, Luis, a dónde te puede llevar este trabajo. La vida conjuga en unos tiempos que ni siquiera sospechamos. Nada es casualidad. Doris es una puntada más en tu tapiz. Y esa puntada, ese pilón de diapositivas, momentos,tiempo invertido seguro te dejará parado ante una puerta que abre a un universo diferente. Y entonces, entenderás algo de este ahora.
Disfrute y comparta. No nos dejes afuera.
Doris, qué mujer.
Siempre es una delicia llegar a rincones como éste. Aunque a veces me embarga la melancolía.. me hace tener los pies en el suelo. Gracias!
Te dejo mis caricias y mi agradecimiento
La verdad es que admiro a la gente que aún es capaz de ver cosas bellas en la vida :)
Besicos
Sientete privilegiado de compartir tan grande tesoro, que maravilla, tengo de esas paciencias para escuchar y escuchar historias y más aún si son de personas mayores, me encantan esas nostálgias de buenos y lindos recuerdos. Disfrútalo , con envidia sana te dejo un besito y saludos a la sra Doris, deve ser encantadora, paty
Cuántas cosas mesugiere esta foto, Luis. Aquí se esconde un relato; entre se rostro, entre lo que él mira y nosotros no vemos...
Bella historia, me encantó ese pasar del tiempo a través de las fotografías. Y tienes razón todo depende como se encara la vida aún en el último tramo. Besos tía Elsa.
Me provocan nostalgia tus letras, las imágenes que se agitan en mi mente provocadas por tus palabras.
Inmensamente bello Luis.
Te abrazo.
M.
A pesar de todo, la vida es maravillosa.
Abrazos
Miro la foto y me asombro de saber que nunca seremos viejos.
( excepto por algunas neuronas)
Un abrazo Luis
Es como dice Ana, quién sabe a dónde llegarás con este trabajo. Doris sin duda fue una mujer afortunada, no por lo mucho que viajó, sino por que tuvo a su Osvaldo. Abrazotes
Muy bello el relato, porque está cargado de respeto por el otro y también afecto... Yo como Doris tampoco siento tristeza cuando miro mis viejas fotos, pero sí una profunda nostalgia...Tu relato me ha conmovido!! Gracias!!
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