Hay ciertas cosas en una buena fotografía que se encuentran medianamente bajo control de quien las toma. La primera es un enfoque adecuado, íntimamente ligado a la calidad del lente y por consiguiente al poder adquisitivo del fotógrafo; luego un óptimo encuadre y finalmente un sujeto interesante de ser capturado. Pero existe un factor impredecible sobre el que no se tiene control y consiste en aquellas cosas que no vimos o que no notamos y que casi por arte de magia aparecen cuando revelamos el rollo o ampliamos el archivo digital en un ordenador.
No sé si la foto que les presento sea en sí una buena fotografía, el lente tendió a saturarse con el brillo, el encuadre tampoco fue el mejor porque el objeto principal quedó demasiado al centro, pero si tuvo para mi ese exquisito factor sorpresa. Y es que recuerdo haber intentado fotografiar a una sorprendente mujer aymara del altiplano boliviano que a pesar de encontrarse a casi 4.000 metros sobre el nivel del mar se movía con una pesadísima carga sobre sus hombros por caminos malamente empedrados con una agilidad casi felina. Lo sorprendente fue que no recuerdo haber notado la existencia del niño a la derecha de la mujer y solo cuando revise este cuadro en la tranquilidad de mi casa varias días después vi esos gigantescos ojos blancos enmarcados resaltantes en su piel morena mirándome directamente como si él fuera el modelo protagonista de la obra, seguidamente noté la relajada sonrisa de la mujer que pareciera complacerse con las poses de su hijo o nieto.
Supongo que la vida es así, cientos de cosas ocurren frente al encuadre de nuestros ojos pero la mayoría de ellas pasan desapercibidas, cada día se encuentra repleto de sabrosos pequeños detalles que pueden marcar una gran diferencia o hacernos aflorar una sonrisa, de tanto en tanto notamos alguno, de tanto en tanto recordamos otro.
No sé si la foto que les presento sea en sí una buena fotografía, el lente tendió a saturarse con el brillo, el encuadre tampoco fue el mejor porque el objeto principal quedó demasiado al centro, pero si tuvo para mi ese exquisito factor sorpresa. Y es que recuerdo haber intentado fotografiar a una sorprendente mujer aymara del altiplano boliviano que a pesar de encontrarse a casi 4.000 metros sobre el nivel del mar se movía con una pesadísima carga sobre sus hombros por caminos malamente empedrados con una agilidad casi felina. Lo sorprendente fue que no recuerdo haber notado la existencia del niño a la derecha de la mujer y solo cuando revise este cuadro en la tranquilidad de mi casa varias días después vi esos gigantescos ojos blancos enmarcados resaltantes en su piel morena mirándome directamente como si él fuera el modelo protagonista de la obra, seguidamente noté la relajada sonrisa de la mujer que pareciera complacerse con las poses de su hijo o nieto.
Supongo que la vida es así, cientos de cosas ocurren frente al encuadre de nuestros ojos pero la mayoría de ellas pasan desapercibidas, cada día se encuentra repleto de sabrosos pequeños detalles que pueden marcar una gran diferencia o hacernos aflorar una sonrisa, de tanto en tanto notamos alguno, de tanto en tanto recordamos otro.
8 comentarios:
Luis...
te felicito por la fotografía y por el texto... como siempre amigo querido la sinceridad de tus conceptos... la forma tan clara de dibujar tus emociones... me llegan al alma!!! GRACIAS!!!
hermosos días!!
beso!!!
MUy bonita metáfora entre la fotografía y la vida... si señor!
Besicos
Pareciera que los hechos suceden cuando hacemos foco en ellos, en el preciso instante que somos conscientes de los mismos.
Quizás la mujer, el niño, el lugar, la sonrisa, estaban allí desde el fin de los tiempos y cobran vida sólo para vos y ahora para nosotros, en el instante preciso en que le diste vida con tu atención e hiciste un click. Un click parecido al de tu máquina.
Un abrazo, Luis.
un exquisito encuadre sin desperdicios al que nos tienes acostumbrados,
un gran abrazo
Yo creo que la percepción que tenemos del mundo a través de los sentidos, es bastante pobre. Así como el escaso porcentaje de cerebro que usamos.
Efectivamente, hay algo más de lo que vemos a primera vista. Siempre. Pero tendemos a poner el ojo o el objetivo en tan sólo una pequeña parte de ese todo.
Así parece que una fotografía te da más realidad que la que viste!
Un beso
Lala
Amigo Luis...
Siempre caminas en el puente.En ese hilo tan filo, entre la luz y las palabras.
Delicioso manjar.
Por eso, deberimaos siempre volver a mirar lo que ya hemos visto, un instante de reflexión sobre todo, una segunda miranda para comprender.
Un abrazo
Me gusta. Detalles de elementos técnicos; obturación, brillo, saturación..., que al final van a desembocar en algo tan físico como una sonrisa.
Publicar un comentario